lunes, 21 de mayo de 2018

¿Qué niveles de inmoralidad y deshumanización podrá seguir soportando nuestra existencia?

¿Realmente somos una mejor versión de nosotros mismos a lo largo de la historia? o ¿solo hemos cambiado el método y la forma?



Éstas son algunas de las muchas cuestiones que me inquietan y me persiguen desde hace tiempo y que quizá puedan explicar porque he dado el paso a escribir en este blog.

Pero empecemos por el principio...



Soy Mariano Cruceta, actualmente bailarín, coreógrafo y productor artístico que trata de sobrevivir reinventándose propuestas escénicas desde hace más de veinticinco años, con todos los éxitos y fracasos que normalmente conlleva esta profesión cuando es de larga trayectoria, y con todos los tópicos relacionados con ella; sexo, drogas, y en mi caso música y danza. 
Tengo una fantástica familia humilde, que siempre trató de darnos con sus posibilidades la mejor formación y el máximo cariño. Pero fui mal estudiante, básicamente, un niño hiperactivo de extrarradio, sensiblero y miedoso, que no soportaba el fútbol ni los deportes competitivos, y que se emocionaba con la música y el cine. Aunque referente a mi fracaso escolar, nunca entenderé del todo si fue por una fatal consecuencia de mi hostil entorno educativo, junto con algún episodio traumático que me regaló el sistema planteado, o simplemente que me aburrían tremendamente los temarios impuestos y la forma de enseñanza. Después, esa partida perdida supongo que me impulsó a  continuar mi formación como bailarín, con la urgencia de convertirme en profesional lo antes posible, para demostrarme a mí mismo, y a mi familia, que no era un perdedor, y que podría vivir siendo artista. 

Me fue bien, pronto llegaron los preciosos teatros, las giras, las grandes compañías, los logros...con tan solo diecinueve años me contrataban como primer bailarín en varias cías nacionales importantes, poco después, artista invitado viajando por todo mundo, hasta más tarde llegar a crear y exponer mis propias propuestas artísticas en importantes festivales, apoyado por instituciones y críticos especializados. Mi prepotente juventud exitosa me llevó apostar por una vida que entendí en libertad, alejado en la medida de lo posible del sistema impuesto, e intentando hacer de la creatividad y el arte una formula de subsistencia digna.


Por otro lado, me convertí en un narcisista ególatra, miedoso a no gustar, enfermizo perfeccionista, que tuvo que pactar con psicólogo de por vida, y que quizá perdió buenas oportunidades por no cerrar la boca o guardar las formas en algunos de los momentos adecuados. Mis constantes viajes por Japón, Australia, India, Canadá, Estados Unidos o Europa desarrollaron en mi una curiosidad insaciable y  un inconformismo social por tantas comparativas, y sobre todo, mucho aprendizaje y búsqueda en mi labor, cosa que en ocasiones se volvió en mi contra porque nunca conseguí posicionarme en un género o estilo en concreto. En España lo tradicional impera y es muy cerrado y sectario ante lo novedoso de cualquier formula artística, y eso me ha traído grandes dificultades durante largas etapas de mi carrera, pero jamás pude asimilar el hecho de vivir lejos de los míos, y ademas en cierto modo, me siento un privilegiado; he conseguido subsistir hasta ahora sin sentir el peso del rutinario o madrugador trabajo, jugando a crear, compartiendo y disfrutando en mi estudio-casa de enormes artistas, músicos, bailarines, escenógrafos, iluminadores, escritores, pintores, actores, poetas, productores, coreógrafos, cineastas...

Y así pasaron los años...hemos llegado al 2018, los ochenta y noventa parecían estar ayer aquí, pero no, se alejaron infinitamente, y he sido testigo de la decadencia cultural que hemos vivido en la última década. Las artes han sido sustituidas por puro entretenimiento, donde los famosos televisivos juegan a ser artistas, mientras el artista agoniza, y roza la miseria para salir adelante con su trabajo. La política se ha convertido en una salsa rosa extremista que no permite ni el más mínimo atisbo de centralismo; practican sin cesar la trampa lícita para llenar sus bolsillos y sus egos, con una oculta retórica hipócrita, elegidos por un pueblo atemorizado, sometido y mal educado. Las redes sociales y los medios de comunicación son un basurero de intereses, barbaridades y exhibicionismo. Un desastre nacional irracional de conducta humana, corrompido, libertino y frívolo, donde el sentido común se ha convertido en una utopia, donde la única belleza empieza a estar solo en la desvalida naturaleza, y la única música en los contaminantes coches que deambulan por las ciudades, con los gritos de queja de una ciudadanía populista, perdida en un sistema enquistado por el poder.  Por mi parte nunca fui de creer en ideas absolutas, soy escéptico, pesimista, y ateo practicante, y mi inseguridad me hace dudar o sospechar de todo, incluso de casi todo lo expuesto. Y por ello, una nube de silencio me ha ido absorbiendo y arrinconándome hacia un cebo de individualidad, que conduce a un paraje inventado donde encontrar la calma y la resignación. 


Quizá por eso el blog, porque no me convence este silencio, porque al menos debiéramos conservar y ordenar la libertad de pensamiento, y tratar de no quedarnos solo rumiando en nuestras cabezas. Por eso quiero ser un intruso en una isla imaginaria de reflexión, dudas y desahogos. Un intruso en un lugar donde las palabras busquen otro significado y sea interesante comenzar algo, por poco que sea.


Y ahora empieza mi blog.


Vacaciones en  Bellreguard con mi gemela Isabel
 Valencia 1975

Dualidad, Real Coliseo Carlos III
Madrid 2014 

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