martes, 24 de julio de 2018

En la música la batalla está perdida, pero la dignidad merece la lucha.


La llegada de la música comercial latina; el reggaeton, hace más de una década y el triunfo de los Dj's que ocupan los principales espacios multitudinarios para consumir música, machacando con sus bases electrónicas repetitivas, aliñadas y animadas por el consumo de drogas; así como, los programas de concursos mediáticos de cazatalentos que pretenden crear productos musicales con jovencitos ansiosos de éxito, y demás catástrofes musicales y culturales, están exterminando la posibilidad de mantener la música en el lugar  de calidad que merece.


Desde La gasolina de Daddy Yankee que nos hizo “perrear” hasta en las más altas esferas y clases sociales, hasta El anillo pa' cuando de Jennifer López que actualmente cuenta con 152 millones de visualizaciones, o Despacito de Luis Fonsi que lleva arrasando todos los oídos desde el verano pasado, y ha sido recientemente programado en el Liceu de Barcelona; ha pasado un tiempo en el cual todos estos ejemplos; entre muchos otros, han marcado y describen la lamentable situación actual de la música. 

Además, el mensaje misógino, "facilongo" y cutre que se transmite en sus letras, deja al descubierto la precariedad, poca educación y formación que culturalmente tenemos.
El arte convertido y sacrificado en el más mediocre de los entretenimientos, donde los  inflamados culos se mueven al ritmo de la banalidad, e incluso se imparten disciplinas en los gimnasios llamadas “twerking” para que nuestros traseros aprendan las "interesantes técnicas de movimiento". 

El éxito artístico de hoy se mide por el número de seguidores en Instagram o Facebook  y el dinero que la cuenta bancaria tenga para invertir en el marketing. En la música de moda, la composición, la armonía, la melodía, el ritmo o la poética,  poco pueden influenciar en lo exitoso del resultado, y la calidad de sonido que escuchamos está machacada por la compresión de un mp3. La formación, el talento, la trayectoria, o la profesionalidad no tienen ningún valor ante tal cataclismo de Plástico como diría mi admirado Rubén Blades. 


Y yo me pregunto: 

¿Dónde están hoy todos estos movimientos sociales tan reivindicativos que no tienen en cuenta lo grave que es someter a una sociedad entera a este consumo masivo diario de basura acústica, cuando es obvia la influencia que marca en nuestra conducta y nuestros valores?


Desgraciadamente, a veces estos fenómenos sociales me hacen pensar en la no casualidad de los acontecimientos y los viajes me han ayudado a comprender que aunque en todos los sitios cuecen habas, en algunos tenemos la predisposición de ser manipulados y contaminados culturalmente hasta la saciedad, sobre todo en un país regado continuamente de alcohol y fiesta, y que promociona sus tradiciones más indecentes. 
La historia de un país marca tu destino. Se nos pasó la Ilustración, se impuso el pan y circo, 40 años de dictadura, el triunfo del catolicismo, el fracaso de una República y de ahí al ...  "Virgencita que me quede como estoy". 
Y así, después de siglos, los artistas seguimos igual de cerca de la indigencia y la fosa común. Pero no me someteré a ser bufón de la corte,  prefiero ser juglar, poeta libre, e intransigente, cueste lo que cueste...



PD del Intruso: 

Por favor hagan un uso responsable de la cultura: de la música que escuchan, de los libros que leen, del teatro, de la danza, de la pintura, y tantas y tantas creaciones hermosas que tienen por descubrir y con las que alimentar a sus pequeños. 




lunes, 9 de julio de 2018

¡Sálvese quién pueda!

 

Vive y deja vivir, respeta para ser respetado, pero...¿en qué lugar y en qué condiciones?



¿Qué clase de sistema democrático tenemos en este momento donde en demasiadas ocasiones estamos absolutamente desamparados por la justicia establecida?


Sometidos a la burocracia, vivimos siendo testigos y víctimas  de crueles estafas, corruptelas millonarias, agresiones de todo tipo, desigualdad de género, condiciones laborales precarias... un sinfín de injusticias sociales constantes amparadas por unas leyes enquistadas y casposas que protegen a los poderosos y dejan al ciudadano indefenso y resignado, y sobre todo cabreado. 
Y claro, seríamos una sociedad más igualitaria y pacífica si fuéramos más respetuosos, discretos y educados con los demás en vez de tan extremistas, exhibicionistas y ruidosos, pero, ¿no es acaso este comportamiento fruto de la vergonzosa cosecha a la que nos someten a diario? 
Quizá la justificación no sea únicamente lo más conveniente, pero es obvio, que en constante hostilidad poca diplomacia se puede esperar de nosotros, lo cual hace que me plantee aún más preguntas como por ejemplo: 
¿Las reivindicaciones y manifestaciones constantes de hoy en día realmente están siendo efectivas o están en cierto modo alimentadas para despistar y generar, aún más si cabe; discrepancia y conflictos entre nosotros? 

Por otro lado, es curioso que posicionarse constantemente ante cualquier acontecimiento esté siendo obligatorio aunque valga de poco, y dar una opinión crítica contraria a la mayoría, o crear un debate o discrepancia, que siempre fueron signos de inteligencia, hoy resulten casi imposible ante una sociedad intolerante, crispada e impotente que busca desesperadamente soluciones imposibles ante lo establecido por unos pocos interesados. 
Las ideas se vuelven radicales como consecuencia de tal descalabro social y es fácil ser señalado o acusado de barbaridades que poco tienen que ver con la cuestión en sí: racista, xenófobo, machista, fascista, comunista, "feminazi", clasista....y un montón de creativos insultos desmesurados e inconscientes por no tener la claridad de posicionamiento de la cual presumen y parecen estar tan seguros muchos, que únicamente lo usan como propaganda para ganar adeptos y sacar provecho de la hecatombe. 
El lema "Estás conmigo o contra mí" se nos ha incrustado en nuestro raciocinio para agruparnos en escaños y estadísticas.

Me pregunto si generar un circo mediático con cualquier suceso, reivindicación, evento deportivo, fiesta popular o demás acontecimientos impuestos; no conduce precisamente al objetivo contrario que se busca. Los voraces medios de comunicación y los políticos hambrientos de votos convierten estas circunstancias en un continuo enfrentamiento y  finalmente el sentido común pasa a ser un fenómeno paranormal. 
Después, una vez pasada la euforia en cuestión, pocos cambios importantes realmente suceden porque no se ha indagado en la raíz del problema, las herramientas utilizadas están a propósito oxidadas y solo nos quedamos con la indignación y el episodio anecdótico. 
Así, inundados de populismo, y aún respetando absolutamente todas las  corrientes, posiciones, elecciones personales, inclinaciones, o costumbres  es muy difícil no terminar cogiéndoles a veces una cierta manía al sentirse invadido constantemente por tanta información expuesta hasta la saciedad y normalmente rebosante de mal gusto. 
Las constantes noticias sensacionalistas que se empeñan en destripar y exhibir hasta extremos indecentes los desgraciados sucesos que acontecen, tapando incluso otros más graves e importantes pero de menor factura de morbosidad y audiencia; destacan por la falta de objetividad, preparación e información verificada y despiertan frecuentemente al receptor un odio incontrolado donde la ira y la venganza campan a sus anchas. Mientras, las víctimas necesitadas de calma, respeto, serenidad y reflexión; sufren y lloran ante las cámaras, impotentes ante la falta de justicia y todo ello sumado al bochornoso enfoque mediático, donde negocian los malhechores que presumen de peinados e indumentaria bajo los focos.

Por otro lado, y no menos grave, la facilidad que las redes sociales nos dan para anunciar nuestras opiniones al respecto nos han otorgado la posibilidad de ser virtualmente jueces y verdugos de cualquier caso, y claro, con el cabreo, las masivas alarmistas cabeceras informativas y el caldo de cultivo correspondiente qué podemos esperar...

Un mundo de fuegos artificiales donde no se distinguen las nubes, y las estrellas agonizan  por no poder iluminar.  







Invernadero, Cruceta Flamenco
Madrid 2012